Pasajes literarios: Rayuela

Pequeño pasaje de Rayuela, de Julio Cortázar (1963).

Para poner en situación, estamos en el capítulo 21. El protagonista va por la calle cavilando, hablando consigo mismo tras haber decidido abandonar a la mujer que (supuestamente) ya no ama.

Por qué no había de amar a la Maga y poseerla bajo decenas de cielos rasos a seiscientos francos, en camas con cobertores deshilachados y rancios, si en esa vertiginosa rayuela, en esa carrera de embolsados yo me reconocía y me nombraba, por fin y hasta cuándo salido del tiempo y sus jaulas con monos y etiquetas, de sus vitrinas Omega Electron Girard Perregaud Vacheron & Constantin marcando las horas y los minutos de las sacrosantas obligaciones castradoras, en un aire donde las últimas ataduras iban cayendo y el placer era espejo de reconciliación, espejo para alondras pero espejo, algo como un sacramento de ser a ser, danza en torno al arca, avance del sueño boca contra boca, a veces sin desligarnos, los sexos unidos y tibios, los brazos como guías vegetales, las manos acariciando aplicadamente un muslo, un cuello…

No tengo claro que la errata al escribir «Perregaux» sea tal. Son muy típico de Cortázar los juegos de palabra y los cambios en la ortografía.

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